Guía de audioYoros Castle

Yoros Kalesi

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En lo alto de una colina, donde el Bósforo se encuentra con el mar Negro, Yoros Kalesi se alza como un centinela curtido por el paso del tiempo, vigilando la vía fluvial. Sus imponentes muros de piedra, teñidos de un suave tono rosado por la argamasa ancestral, cuentan una historia que se remonta a casi mil años.

Los orígenes de Yoros se sitúan en la época del Imperio Romano de Oriente, también conocido como Bizancio, cuando la fortaleza fue construida para custodiar el acceso a la gran ciudad de Constantinopla. Antes de eso, los griegos consideraban este lugar sagrado y habían levantado templos en honor a dioses como Apolo y Zeus, convencidos de que los vientos de la zona traían buena fortuna. Se dice que el nombre del castillo proviene de la palabra griega para “montaña”; otras versiones atribuyen su significado a los antiguos rituales sagrados que allí se practicaban.

Tener el control de Yoros era controlar el paso de los barcos entre el mar Negro y el corazón del imperio. A lo largo de los siglos, el castillo cambió de manos varias veces. Los mercaderes genoveses lo ocuparon en la última etapa de la Edad Media, reforzaron sus defensas, dejaron grabados los símbolos de sus familias y repararon las torres. Más adelante, a comienzos del siglo catorce, el ejército otomano tomó la fortaleza y la utilizó como bastión desde el que se dictaban normas y se cobraban impuestos a quienes navegaban por el mar Negro.

La arquitectura del castillo evidencia esta historia llena de capas. El matiz rosado de sus paredes proviene de materiales volcánicos poco comunes. Restos de gruesos muros emergen todavía de la colina cubierta de hierba; en ellos es posible distinguir tallas turcas, griegas y genovesas.

En su interior, la vida cotidiana transcurría entre soldados, marineros y guardias: siempre atentos ante posibles ataques, pero también reunidos en la pequeña mezquita, el baño turco o las torres de vigilancia. Documentos históricos mencionan que, durante la época otomana, existía un vecindario de unas veinticinco viviendas dentro de la fortaleza.

Hoy, buena parte de Yoros está en ruinas y solo quedan en pie algunas torres y la puerta oriental. Las piedras aún conservan inscripciones en griego antiguo. Aunque algunas zonas están restringidas por uso militar, la vista desde la colina, acariciada por el viento e impregnada de historia, resulta inolvidable. Las excavaciones han sacado a la luz numerosos objetos que ayudan a reconstruir la vida centenaria de este castillo junto al mar.

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