Guía de audioMurallas de Constantinopla

İstanbul Surları

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Bienvenidos a la historia de las Murallas de Estambul, uno de los monumentos más fascinantes y duraderos de la ciudad. Imagina estar frente a piedras que han sido testigos de emperadores, sultanes, comerciantes y civilizaciones enteras durante casi dieciséis siglos.

Estas legendarias murallas comenzaron a construirse a principios del siglo quinto, cuando el emperador Teodosio Segundo amplió la ciudad de Constantinopla —la actual Estambul— para protegerla de nuevas amenazas. Con los siglos, las murallas fueron reconstruidas, reparadas e incluso ampliadas por gobernantes bizantinos y otomanos, cada uno dejando su propio legado. Los restos más impresionantes son las Murallas Teodosianas, que se extienden desde el brillante mar de Mármara, al sur, hasta las aguas doradas del Cuerno de Oro, al norte.

Recorrer su trazado es como descubrir capas de historia. Las murallas terrestres eran una maravilla en su época, con un profundo foso al frente, dos enormes muros detrás y cerca de cien sólidas torres que se elevan sobre ellos. Algunas alcanzan casi veinte metros de altura. Aproximadamente cada cincuenta metros se alza una nueva torre, equipada con saeteras y amplias estancias donde en algún momento se guardaron armas o tesoros protegidos.

Puertas como la majestuosa Puerta Dorada o la fortaleza de Yedikule eran mucho más que simples accesos: sirvieron de escenario para desfiles imperiales o defensas heroicas durante asedios. La Puerta Dorada, con su mármol blanco y sus puertas doradas, recibía a los emperadores tras sus victorias. En cambio, Yedikule se transformó en tesorería y, más tarde, en prisión.

A lo largo de los siglos, las murallas resistieron asedios formidables: persas, árabes, búlgaros, cruzados y, finalmente, otomanos intentaron conquistar la ciudad. A mediados del siglo quince, los otomanos, liderados por el sultán Mehmed Segundo, rompieron estas defensas con enormes cañones, poniendo fin a la era bizantina y abriendo un nuevo capítulo.

Pero más allá de lo militar, las murallas también marcaron la vida cotidiana. Comerciantes, campesinos, viajeros y comunidades enteras vivían a su sombra, atravesando puertas tanto grandes como pequeñas y escuchando las voces vigilantes desde lo alto de las torres. Alrededor de estas piedras nacieron leyendas; algunos cuentan que, tras la caída de la ciudad, el último emperador se desvaneció dentro de las murallas, esperando el día de su regreso.

Hoy en día, algunos tramos siguen en pie, imponentes y marcados por el tiempo, mientras otros permanecen ocultos bajo las calles o han sido restaurados. Su presencia vive en el arte, la poesía y la vida diaria de Estambul. Los trabajos de restauración continúan, enfrentándose a retos modernos y utilizando nuevas técnicas. Las murallas de Estambul cuentan historias de resistencia, de sueños y de encuentros de culturas —un monumento vivo a una ciudad forjada por emperadores, sultanes y también por su gente común.

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