Guía de audioCasas de Colores de Balat
Balat Renkli Evler
Balat Renkli Evler se encuentra en el lado europeo de Estambul, entre los históricos barrios de Ayvansaray y Fener, cerca de las tranquilas orillas del Cuerno de Oro. El nombre Balat proviene del griego “palation”, que significa palacio, y remite a los tiempos en que este lugar estaba muy cerca del extenso Palacio Bizantino de Blachernae. Caminar por Balat es como atravesar las capas de los siglos; en cada esquina, las calles susurran historias forjadas por muchas manos y voces.
A finales del siglo quince, Balat se convirtió en refugio para los judíos sefardíes que huían de la Inquisición española. Estos llegaron invitados por el sultán Bayezid, trayendo consigo tradiciones arraigadas: el aroma del boyoz recién hecho, el sabor de los panes ricos y una herencia que marcó la arquitectura del barrio. Las familias judías construyeron casas de tres pisos, con fachadas estrechas y coloridas, y ventanales en voladizo que parecen inclinarse hacia las calles serpenteantes. Con el tiempo, también se establecieron aquí armenios, griegos y turcos, quienes sumaron sus creencias y culturas. Así, los barrios se poblaron de sinagogas, iglesias y mezquitas. Hoy todavía se puede visitar la sinagoga Ahrida, que es una de las más antiguas de Estambul, la majestuosa iglesia ortodoxa griega Aya Triada y la mezquita Kethüda, obra de Sinan, el gran arquitecto otomano.
Estas comunidades dieron vida al corazón multicultural de Balat. Hace un siglo, más de treinta mil personas compartían estas calles: tejedores judíos, pescadores griegos, herreros armenios y panaderos turcos. A lo largo de los años, incendios devastadores modificaron el aspecto del barrio. Sin embargo, el espíritu de Balat se mantuvo firme. Las casas fueron reconstruidas y, muchas veces, pintadas en alegres tonos rojos, azules y amarillos. Así nacieron las actuales Renkli Evler, es decir, las “Casas de Colores”, con su imagen tan característica.
Pero Balat es mucho más que historia. Con el amanecer, el aire se impregna del olor dulce de la repostería. Al mediodía, el aroma de las sardinas a la parrilla lo envuelve todo. En los cafés se sirve café menengiç, de sabor entre frutos secos y muy particular. En las tiendas de antigüedades se esconden tesoros más antiguos que la propia República. Fotógrafos y artistas encuentran aquí una fuente inagotable de inspiración entre callejones estrechos y ropa tendida.
Más allá de Balat Renkli Evler, pueden descubrirse la elegancia discreta de las antiguas sinagogas, la belleza de las escuelas griegas o las ruinas del palacio Blachernae. Las vistas se abren hacia el Cuerno de Oro, donde el reflejo del pasado se confunde con el presente vibrante de Estambul. En Balat, cada piedra, aroma y sabor narran la verdadera historia de una ciudad construida por el encuentro de muchos mundos.